lunes, 7 de septiembre de 2009

Geoarquitecto. Francisco Javier de Luque.

Recuperar la memoria de arquitectos, geólogos o ingenieros de minas siempre me pareció una labor muy reconfortante y enriquecedora. Comenzaré por un buen arquitecto, con gran oficio, quizás eclipsado por otras figuras del momento, o por los acontecimientos históricos que le tocó vivir, o quizás, por un poco de todo. Su figura, actualmente ignorada, no ocupa el lugar que se merece teniendo en cuenta su obra.




Francisco Javier de Luque (Sevilla, 1871-Madrid, 1941), arquitecto cuya obra ha sido poco conocida y prácticamente ignorada por la historiografía, obtuvo los títulos de licenciado en Ciencias Físico-Matemáticas en Sevilla (1893) y el de arquitecto en Madrid (1899). Aunque empezó su actividad profesional siendo profesor de la Escuela de Ingenieros Industriales de Bilbao, el hecho de ser miembro del equipo ganador del Concurso Nacionalde Proyectos para la construcción de la Catedral Nueva de Vitoria, hizo que se dedicara por entero a la Arquitectura. Se trasladó a Vitoria y emprendió la construcción de la Catedral Nueva con su compañero y amigo Julián Apraiz (1876-1962). En esa ciudad residió desde 1909 a 1914, llevando las obras de la catedral y construyendo edificios tanto para el obispo como para la burguesía alavesa.


Construyó edificios públicos como el Ministerio de la Marina, el tercer pabellón del Instituto Escuela —hoy Instituto Isabel la Católica—, el Instituto Cajal —hoy Escuela de Obras Públicas— y el Instituto Geológico y Minero de España. Esclarecida su biografía y enmarcado al personaje en el tiempo que le tocó vivir —un periodo de grandes cambios tanto desde el punto de vista histórico y social como de la historia de la Arquitectura española— se hace difícil enmarcarlo en una corriente estilística concreta.

Algunos especialistas integran la obra de Luque entre las arquitecturas tradicionales, con supervivencias conservadoras. Creemos que su trayectoria profesional le llevó a utilizar estilos distintos dentro de la corriente ecléctica más radical para adaptarse a los gustos de sus clientes y, sobre todo, a los imperativos de la propia administración para la que trabajó durante toda su vida y que, en un momento dado, lo sustituyó por arquitectos ya adscritos al Movimiento Moderno, que él no comprendió.

Instituto Geológico y Minero.


La novedad más importante introducida en el diseño de Luque fue la concepción de una gran sala rectangular de colecciones, que ocupa toda la altura del edificio, en la que se instaló el museo. Luque proyectó el edificio en tres bloques perfectamente definidos y diferenciados. La parte delantera aparece bien estructurada, dando mayor relevancia y empaque a la entrada y a la escalera monumental que trata como una pieza independiente, frente al resto que estaba destinado a despachos y oficinas. También modifica la situación de los patios en la parte frontal. La zona de las colecciones —museo— aparece separada claramente por dos patios gemelos que dan paso a la gran sala de colecciones que y desarrollo en la parte intermedia, separándola de la calle Cristóbal Bordiú con un gran patio en toda la anchura del edificio.

El edificio.


El estudio pormenorizado de las distintas partes que componen el edificio nos indica que Luque era un buen arquitecto, con oficio y conocimiento de las necesidades de un edificio de carácter público y representativo. Sin embargo, los cambios introducidos durante el largo periodo en que duraron las obras, produjeron una pérdida de su concepción global y el resultado final es un edificio de carácter híbrido que, a simple vista, puede producir equívocos.

Fachadas
La fachada principal es la parte del edificio que se construyó más tarde. Durante el periodo que duraron las obras hubo grandes cambios artísticos, sociales y, sobre todo, políticos. Esos cambios se detectan en esta fachada. Presenta bastantes diferencias con respecto al diseño primitivo, del que se respetaron los ejes compositivos básicos. La fachada del proyecto tenía una imagen que recuerda a la de la Escuela de Minas; imagen que Luque eligió como homenaje a su amigo y compañero Ricardo Velázquez Bosco.




La escalera principal es una de las piezas más singulares del conjunto por su monumentalidad y belleza poco frecuente. Articula las comunicaciones en la parte anterior del edificio y destaca por el tratamiento espacial. Es una escalera de honor que arranca con un solo tramo central con descansillo, para a continuación dividirse en dos tramos en la parte alta.



La impresión es que estamos en una gran caja blanca opaca, totalmente chapada en mármol blanco de Macael que da acceso a la galería del piso principal.


Bibliografía

Revista Tierra y tecnología.
Anónimo, (1922). El Congreso Geológico de Bruselas y el futuro Congreso de Madrid. Revista Minera, Metalúrgica y de Ingeniería, 2.848, 523.
Ayala Carcedo, F.J. (1995). El significado científico y tecnológico de Manuel Fernández de Castro (1825-1895) cien años después. Boletín Geológico y Minero, 106 (3), 293-299.
Madariaga, J.M. y Sánchez Lozano, R. (1918). Avance de un Proyecto para la construcción de un edificio destinado al Instituto Geológico de España. Archivo Histórico IGME, Caja 1/2/3.
Moya, M. (1941). La visita de su excelencia el Generalísimo al Instituto Geológico y Minero de España. Boletín Oficial de Minas, Metalurgia y Combustibles, 1, 28-31.
Pastor Rey de Viñas, P. (2005). Vidrieras del Taller Maumejean en las Colecciones de la Real Fábrica de Cristales de La Granja. Fundación Centro Nacional del Vidrio, Diputación de Segovia, 48 pp.
Rivas Quinzaños, P. y Reñé Sagristá, T. (2006). Instituto Geológico y Minero de España. Historia de un edificio. Instituto Geológico y Minero de España,
Madrid, 207 pp.
Roso de Luna, I. (1926). El XIV Congreso Geológico Internacional en el Instituto Geológico de Madrid. La Esfera, 648, 36-37.
Sánchez Lozano, R. (1917). Adquisición de terrenos para la construcción de un edificio destinado a Instituto Geológico. Boletín Oficial de Minas y Metalurgia, 7, 14.

Geoarquitecto. Francisco Javier de Luque.

Recuperar la memoria de arquitectos, geólogos o ingenieros de minas siempre me pareció una labor muy reconfortante y enriquecedora. Comenzaré por un buen arquitecto, con gran oficio, quizás eclipsado por otras figuras del momento, o por los acontecimientos históricos que le tocó vivir, o quizás, por un poco de todo. Su figura, actualmente ignorada, no ocupa el lugar que se merece teniendo en cuenta su obra.




Francisco Javier de Luque (Sevilla, 1871-Madrid, 1941), arquitecto cuya obra ha sido poco conocida y prácticamente ignorada por la historiografía, obtuvo los títulos de licenciado en Ciencias Físico-Matemáticas en Sevilla (1893) y el de arquitecto en Madrid (1899). Aunque empezó su actividad profesional siendo profesor de la Escuela de Ingenieros Industriales de Bilbao, el hecho de ser miembro del equipo ganador del Concurso Nacionalde Proyectos para la construcción de la Catedral Nueva de Vitoria, hizo que se dedicara por entero a la Arquitectura. Se trasladó a Vitoria y emprendió la construcción de la Catedral Nueva con su compañero y amigo Julián Apraiz (1876-1962). En esa ciudad residió desde 1909 a 1914, llevando las obras de la catedral y construyendo edificios tanto para el obispo como para la burguesía alavesa.


Construyó edificios públicos como el Ministerio de la Marina, el tercer pabellón del Instituto Escuela —hoy Instituto Isabel la Católica—, el Instituto Cajal —hoy Escuela de Obras Públicas— y el Instituto Geológico y Minero de España. Esclarecida su biografía y enmarcado al personaje en el tiempo que le tocó vivir —un periodo de grandes cambios tanto desde el punto de vista histórico y social como de la historia de la Arquitectura española— se hace difícil enmarcarlo en una corriente estilística concreta.

Algunos especialistas integran la obra de Luque entre las arquitecturas tradicionales, con supervivencias conservadoras. Creemos que su trayectoria profesional le llevó a utilizar estilos distintos dentro de la corriente ecléctica más radical para adaptarse a los gustos de sus clientes y, sobre todo, a los imperativos de la propia administración para la que trabajó durante toda su vida y que, en un momento dado, lo sustituyó por arquitectos ya adscritos al Movimiento Moderno, que él no comprendió.

Instituto Geológico y Minero.


La novedad más importante introducida en el diseño de Luque fue la concepción de una gran sala rectangular de colecciones, que ocupa toda la altura del edificio, en la que se instaló el museo. Luque proyectó el edificio en tres bloques perfectamente definidos y diferenciados. La parte delantera aparece bien estructurada, dando mayor relevancia y empaque a la entrada y a la escalera monumental que trata como una pieza independiente, frente al resto que estaba destinado a despachos y oficinas. También modifica la situación de los patios en la parte frontal. La zona de las colecciones —museo— aparece separada claramente por dos patios gemelos que dan paso a la gran sala de colecciones que y desarrollo en la parte intermedia, separándola de la calle Cristóbal Bordiú con un gran patio en toda la anchura del edificio.

El edificio.


El estudio pormenorizado de las distintas partes que componen el edificio nos indica que Luque era un buen arquitecto, con oficio y conocimiento de las necesidades de un edificio de carácter público y representativo. Sin embargo, los cambios introducidos durante el largo periodo en que duraron las obras, produjeron una pérdida de su concepción global y el resultado final es un edificio de carácter híbrido que, a simple vista, puede producir equívocos.

Fachadas
La fachada principal es la parte del edificio que se construyó más tarde. Durante el periodo que duraron las obras hubo grandes cambios artísticos, sociales y, sobre todo, políticos. Esos cambios se detectan en esta fachada. Presenta bastantes diferencias con respecto al diseño primitivo, del que se respetaron los ejes compositivos básicos. La fachada del proyecto tenía una imagen que recuerda a la de la Escuela de Minas; imagen que Luque eligió como homenaje a su amigo y compañero Ricardo Velázquez Bosco.




La escalera principal es una de las piezas más singulares del conjunto por su monumentalidad y belleza poco frecuente. Articula las comunicaciones en la parte anterior del edificio y destaca por el tratamiento espacial. Es una escalera de honor que arranca con un solo tramo central con descansillo, para a continuación dividirse en dos tramos en la parte alta.



La impresión es que estamos en una gran caja blanca opaca, totalmente chapada en mármol blanco de Macael que da acceso a la galería del piso principal.


Bibliografía

Revista Tierra y tecnología.
Anónimo, (1922). El Congreso Geológico de Bruselas y el futuro Congreso de Madrid. Revista Minera, Metalúrgica y de Ingeniería, 2.848, 523.
Ayala Carcedo, F.J. (1995). El significado científico y tecnológico de Manuel Fernández de Castro (1825-1895) cien años después. Boletín Geológico y Minero, 106 (3), 293-299.
Madariaga, J.M. y Sánchez Lozano, R. (1918). Avance de un Proyecto para la construcción de un edificio destinado al Instituto Geológico de España. Archivo Histórico IGME, Caja 1/2/3.
Moya, M. (1941). La visita de su excelencia el Generalísimo al Instituto Geológico y Minero de España. Boletín Oficial de Minas, Metalurgia y Combustibles, 1, 28-31.
Pastor Rey de Viñas, P. (2005). Vidrieras del Taller Maumejean en las Colecciones de la Real Fábrica de Cristales de La Granja. Fundación Centro Nacional del Vidrio, Diputación de Segovia, 48 pp.
Rivas Quinzaños, P. y Reñé Sagristá, T. (2006). Instituto Geológico y Minero de España. Historia de un edificio. Instituto Geológico y Minero de España,
Madrid, 207 pp.
Roso de Luna, I. (1926). El XIV Congreso Geológico Internacional en el Instituto Geológico de Madrid. La Esfera, 648, 36-37.
Sánchez Lozano, R. (1917). Adquisición de terrenos para la construcción de un edificio destinado a Instituto Geológico. Boletín Oficial de Minas y Metalurgia, 7, 14.

lunes, 31 de agosto de 2009

GRACIAS POR LA BUENÍSIMA ACOGIDA

GRACIAS POR LA BUENÍSIMA ACOGIDA QUE HA TENIDO MI BLOG. SON MAS DE 300 ENTRADAS Y MUCHOS CORREOS CON SUGERENCIAS EN MUY POCO TIEMPO, Y CON LAS VACACIONES POR MEDIO....

SEGUIRÉ BUSCANDO ESOS NEXOS ENTRE LA GEOLOGÍA, LA NATURALEZA, LA ARQUITECTURA....

josé maría piney.

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SEGUIRÉ BUSCANDO ESOS NEXOS ENTRE LA GEOLOGÍA, LA NATURALEZA, LA ARQUITECTURA....

josé maría piney.

jueves, 27 de agosto de 2009

Los árboles de la villa La Roche, Le Corbusier.

La villa La Roche, responde a una organización dispuesta por la presencia de tres árboles, con una configuración de L alrededor del fondo del cul de sac.

El resultado en un bloque lineal, paralelo a la plaza y una ampliación hacia el otro lado del vial. La configuración se divide en elementos separados: uno sella el eje lineal y el otro se sitúa paralelamente al mismo.

El constraste potencial existe entre las dos formas se manifiesta al colocar el volumen mayor a ras de suelo (con la altura necesaria para acoger el programa) mientras que el menor se levanta para crear una especie de pabellón que permite la prolongación del vial. Es precisamente la utilización de estas formas geométricas y el acercamiento a la naturaleza lo que nos conecta con el Neoclasicismo.

Es tal el acercamiento a la naturaleza que llega a condicionar y es parte fundamental del proceso proyectual. El trazo curvilíneo y la independencia respecto al suelo producen un contraste dinámico. Las dos masas se conectan mediante un volumen central que hace de núcleo de la configuración.



Viendo la villa Roche, de Le Corbusier, me vino a la memoria, una vez más, Goethe, en sus máximas y reflexiones, quien escribió ”..¡Cuántas cosas importantes vemos construidas por partes! Observamos las obras arquitectónicas: vemos acumularse en ellas muchos elementos de manera regular e irregular”.

Los árboles de la villa La Roche, Le Corbusier.

La villa La Roche, responde a una organización dispuesta por la presencia de tres árboles, con una configuración de L alrededor del fondo del cul de sac.

El resultado en un bloque lineal, paralelo a la plaza y una ampliación hacia el otro lado del vial. La configuración se divide en elementos separados: uno sella el eje lineal y el otro se sitúa paralelamente al mismo.

El constraste potencial existe entre las dos formas se manifiesta al colocar el volumen mayor a ras de suelo (con la altura necesaria para acoger el programa) mientras que el menor se levanta para crear una especie de pabellón que permite la prolongación del vial. Es precisamente la utilización de estas formas geométricas y el acercamiento a la naturaleza lo que nos conecta con el Neoclasicismo.

Es tal el acercamiento a la naturaleza que llega a condicionar y es parte fundamental del proceso proyectual. El trazo curvilíneo y la independencia respecto al suelo producen un contraste dinámico. Las dos masas se conectan mediante un volumen central que hace de núcleo de la configuración.



Viendo la villa Roche, de Le Corbusier, me vino a la memoria, una vez más, Goethe, en sus máximas y reflexiones, quien escribió ”..¡Cuántas cosas importantes vemos construidas por partes! Observamos las obras arquitectónicas: vemos acumularse en ellas muchos elementos de manera regular e irregular”.

martes, 25 de agosto de 2009

Reflexion sobre la arquitectura. Goethe.



....Un noble filósofo habló de la arquitectura como música petrificada y tuvo que ver gestos de oposición en muchas cabezas.
Pues bien: no creemos que haya mejor forma de reintroducir esta bella idea que llamando a la arquitectura música enmudecida. Imaginémonos a Orfeo que, cuando le asignaron un amplio terreno yermo, se instaló sabiamente en el rincon mas apropiado y como los vivificantes sones de su lira fue creando en derredor una espaciosa plaza. Las rocas, arrancadas de su compacta mole y prontamente conmovidas por sonidos de imperiosa energía y grato poder seductor, tuvieron que adoptar, al aproximarse llenas de entusiasmo, la forma que les hubiera dado artistas y artesanos, para ordenarse luego debidamente en capas y paredes rítmicas. Así fue añadiendo una calle a la otra, y tampoco faltaron las murallas protectoras. Se extingen los sonidos, pero la armonía queda....




Goethe.